martes, 7 de abril de 2009

INOLVIDABLE MIGUELÁNGEL


Partió el primero de abril y hay que decirlo, aunque cueste aceptar que nos falte el primer actor, el amigo, el compañero de tantas lides en esta Patria que fieramente amó. Fuimos testigos de esa trayectoria tan apasionada como ardua y por eso no podemos escribir esta nota sin lágrimas. Sabemos que nos quiere fuertes. Por tanto, vamos adelante con el intento de hablar sobre Migelángel Suárez: ante todo, un actor disciplinado. Escúchenlo bien los jóvenes que aspiran a fortalecer el relevo.

Miguelángel fue un talento arrollador, sí, un torrente de sensibilidad, pero no apoyó su trabajo solamente en su temperamento de huracán tropical, o en sus enormes recursos
intuitivos. Fue un lector voraz, dedicado al estudio acucioso de su oficio, pero también de su momento histórico, de la sociedad a la que sirvió de manera ejemplar, de la historia y de la cultura a las que entendió que era su primer deber honrar.

Poeta de la escena nacional. Así le describió otro gran actor, Daniel Lugo. Y no pudo ser más preciso. Sólo debemos añadir que es lamentable que no quede un registro fílmico de su arte de decir la poesía. Todos tuvimos oportunidad de disfrutar la fuerza de sus caracterizaciones en la escena y en el cine, pero tal vez no tantos le escucharan decir los grandes poemas de este Caribe nuestro.

Los que tenemos edad para recordar las jornadas de Arte y Liberación de Puerto Rico en 1964, evocamos momentos gloriosos. Son muchos, pero baste resaltar aquellos en los que presenciamos su interpretación de Hay un país en el mundo, de Pedro Mir. Es un poema largo y profundo, con muchos contrastes conceptuales y sonoros, con variados matices de sentimiento y de color, una entrega ardiente y doliente de la realidad dominicana.

Cuánto diera por ser capaz de ilustrar de alguna manera lo que Miguelángel hizo con esa tremenda obra de Mir. Fue sutil, fue aguerrido, tesoneramente determinado en subrayar las denuncias, fue todo lo que tenía que ser. Y entonces afloró lo inaudito. En los versos con el estribillo son del ingenio, fue como si se hubiese hecho presente toda una masa coral, o hubiese llegado un conjunto rítmico a llenar el espacio de cadencia y sonoridad. Miguelángel tronó y extrajo la musicalidad de esos versos con la sola potencia de su voz, con el gesto, con el ritmo de un caribeño habitado de atávicos golpes de tambor. Los que le conocieron posiblemente puedan visualizarle diciendo estos fragmentos:

Hay un país en el mundo
colocado
en el mismo trayecto del sol.
Oriundo de la noche.
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.

Sencillamente
liviano,
como un ala de murciélago
apoyado en la brisa.
~~~~~~~~~~
~~~~~~~~~
Cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el canto de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio del amor.
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Miro un brusco tropel de raíles
son del ingenio
sus soportes de verde aborigen
son del ingenio
y las mansas montañas de origen
son del ingenio
y la caña y la yerba y el mimbre
son del ingenio
y los muelles y el agua y el liquen
son del ingenio
y el camino y sus dos cicatrices
son del ingenio
y los pueblos pequeños y vírgenes
son del ingenio.

Después
no quiero más que paz.
Un nido
de constructiva paz en cada palma.
Y quizás a propósito del alma
el enjambre de besos
y el olvido.

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